martes, 28 de septiembre de 2010
I miss you
Hace muchos años, como unos 13 mas o menos, mi maestra de sexto de primaria (Carolina se llamaba) nos pidió de tarea que redactáramos una carta y que se la mandáramos a algún amigo de la clase.
La tarea era bastante simple (aunque recuerdo que algunos compañeros no tenían ni idea de que escribir), la carta debía ser enviada por correo tradicional, aunque creo que en aquel entonces si bien ya no era el únco, sí era el mas popular. La carta la recibiría el amiguito de la misma clase y debería llevarla ante la presencia de la robusta maestra para verificar, checando el sello postal, que efectivamente se envió utilizando el servicio postal mexicano.
Pocos hicimos esa tarea y eso me valió encabezar una vez mas el cuadro de honor (el cual era una obligación para mí mas que una condecoración, larga historia), yo había enviado mi carta a mi amiguito Andrés Lopez y viceversa, no recuerdo que estupidez escribí dentro pero seguro le saqué una sonrisa. Así fue como aprendí el significado de términos como remitente o destinatario.
Actualmente perdí contacto con Andrés, pero tal vez si busco en google ... nah, mejor lo buscaré en Facebook ... nah ... aún recuerdo el domicilio de su casa, así que lo rastrearé desde google maps ... nah ... aún tengo contacto con un amigo en común, le mandaré un mensaje de texto a su celular prenguntándole si aún lo frecuenta ... nah ... mejor le preguntaré a @andres_lopez de twitter si es la misma persona o solo un sudamericano homónimo ... nah ... mejor contemplo la fotografía que digitalicé de la graduación de primaria y recordaré viejos tiempos.
13 años han pasado y actualmente la tecnología nos permite estar en contacto permanente con nuestros seres queridos, y digo permanentemente, ya sea que les escribas una veintena de correos electrónicos diarios explicando como se va desarrollando tu día, o como yo, mandando mensajes de texto desde tu celular a diestra y siniestra a media noche y/o llevando una bitácora electrónica llamada blog. Los medios de comunicación que nos brinda la tecnología del siglo XXI son monstruosos, lejos quedan ya las cartas hechas a mano (o mas formalmente en una máquina de escribir de 10 kilogramos), no es que las extrañe demasiado pues tampoco recibí muchas, pero el sentimiento caluroso de que alguien se tomo 1 hora de su tiempo en escribir con su puño y letra en un pedazo de papel, pegando el sello, firmando, desplazándose hacia un buzón metálico o incluso hasta la oficina postal, deposite la carta para después regresar a su hogar y esperar impaciente durante días la contestación a su carta me parece un momento muy singular.
Actualmente los correos electrónicos, mensajes de texto y similares carecen de la calidez de una carta perfectamente redactada a mano, el sonido que tu equipo produce para hacerte saber que recibiste un e-mail está a años luz de el sonido del pesado sobre cayendo en el pórtico de tu domicilio, el contexto puede ser exactamente el mismo, pero el +1 se lo doy a el coreo tradicional.
A lo largo del día recibo decenas de e-mails, mensajes de texto, tweets etc. y el sentimiento al recibirlos si bien no es negativo (bueno, depende de quien vengan) tampoco es de gran alegría, creo que simplemente se han vuelto parte de la rutina. Repito: yo no recibí demasiadas cartas tradicionales, pero las muy pocas que recibí las leía y las releía y las releía y las releía antes de responder, tal vez era la novedad de la comunicación escrita a distancia, pero incluso a la fecha me gustaría volver a recibir cartas como en antaño, aunque contuviera la misma info que un mensaje electrónico. Se que es extraño pero sí hecho de menos el correo tradcional.
Dato curioso: mi cuenta bancaria de Scotiabank no la uso desde hace años, pero no cancelo el servicio pues cada mes me envían un estado de cuenta (que nunca supera los $23.00) por correo tradicional. : )
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