Existen millones y millones y millones y millones y mas millones de personas en el mundo, todas ellas diferentes entre sí, pero a pesar de ser tan diferentes comparten muchas similitudes que van mas allá de la raza, credo, costumbres, patria etc.
Una de estas similitudes es el temor a lo desconocido (en mayor o menor medida), no podemos negarlo, nos da miedo todo aquello de lo que no sabemos, y que por lo tanto no estamos seguros de poder controlar.
Nos da miedo iniciar negocios, pues tenemos la incertidumbre de si podremos al menos recuperar la inversión.
Nos da miedo relacionarnos, pues tenemos la duda de si ello pudiera traer decepciones.
Nos da miedo caminar el lugares desconocidos, pues no sabemos si en esos lugares existe gente que pueda dañarnos.
Nos da miedo preguntar, pues desconocemos si la pregunta nos hará ver como ignorantes.
Nos da miedo romper con la rutina, pues es algo que ya dominamos.
Los miedos son cosa de todos los días, y son mas comunes en la vida diaria de lo que creemos, vivimos tan aferrados a ellos al grado que se vuelven algo tan común, algo tan nuestro que es difícil siquiera pensar en la idea de no depender de estas ideas.
La sociedad en que vivimos es un factor que influye en gran medida a que vivamos con estos miedos, allá afuera hay toda clase de gente, desde personas oportunistas que buscarán la primera ocasión para hacerte un daño, hasta gente buena que realmente busca de la manera mas sincera mejorar tu día.
Tratamos con gente que poco a poco se va ganando nuestra confianza, al grado que el día que la traicionan, los miedos que alojábamos se vuelven mas arraigados a nosostros.
Cuantas veces hemos escuchado frases como:
-Todos los hombres son iguales
-Amigos lo huevos y ni se hablan
-No vuelvo a confiar en alguien
-Quieres divulgar un secreto? pues cuéntaselo a tu mejor amigo
Cuantas veces hemos repetido frases de desconfianza (miedo) como esas a lo largo de nuestras vidas?
En alguna ocasión, pensando al respecto, llegué a una solución que me pareció simple y algo estúpida, pensé en ir por la vida sin esperar nada de la gente, la desconfianza me prevenía de llevarme decepciones. Lo puse en práctica y sin darme cuenta esos miedos se empezaron a alejar de mí poco a poco, y eso me agradó, me convertí en una persona diferente. Sin embargo, el trato con la gente se volvió algo frío, lo cual me llevó al otro extremo, la soledad.
En la actualidad estoy en búsqueda de un equilibrio, un equilibrio entre no esperar nada de los demás para no llevarme desilusiones, un acercamiento genuino hacia ellos para no sentirme solitario (situación que me incomoda menos de lo que pensaba) y la confianza de no poseer miedos que me anclen moralmente.
Son como esas dinámicas en las que te dejas caer de espaldas y tu compañero te detiene antes de llegar al suelo, ellos te piden que lo hagas y aunque lo mas probable es que te sujeten, en tu mente se dibuja la posibilidad de que no lo hagan.
Una vez en el suelo el dolor de la decepción es nulo, pues sabías de antemano que cabría la posibilidad de que ocurriera.
El pensar de esa manera evita llegar a ambos extremos, no te niegas a dejarte caer (soledad) pero tampoco visualizas como única posibilidad el que seas sostenido antes de llegar al suelo (miedos/incertidumbre)
Esto me lleva a pensar, si la gente supiera todo lo que deja de hacer por miedo...
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