La quietud y serenidad de un mundo gris: Ignorado suceso,
mal atribuido a caprichos de pigmentos y de superficies que reciben al cansado
viajero estelar que a la falta de vida y emociones.
Mundo que alberga la acumulación interminable de generaciones
de don-nadie, sepa-quien y sabe-cual. Mapaches y humanos coexistiendo en
lugares de reunión que suelen llamar ciudades.
Todos iguales, nadie diferente,
el molde más resistente jamás fabricado para proveer una interminable cadena de
sociedad. Línea de producción monocromática que se crea y se consume a sí
misma.
Ciudad de calzado, aglomeraciones y sobrepoblación. Miradas
al suelo que no se cruzan por temor al contacto. Personajes fabricados para
consuelo de las masas. La necesidad de héroes y valientes cubierta con falsos
estereotipos de seres ejemplares en cantidades risibles.
Nadie lo nota,
ignorancia disfrazada de esperanza que conforta a los pasajeros de este viaje
al que nadie subió voluntariamente.
Una lenta evolución que llevó en extrañas circunstancias a
la mezcla de bípedos y cuadrúpedos a la homogeneidad sin color que nadie nota.
Ambos compartiendo un espacio privilegiado en el universo y que nadie aprende a
apreciar. Limitada percepción que lleva al conflicto, la maldición de aprender
a comunicarse implícita en el conocimiento heredado.
Siempre conflictos, siempre carencias, gris manto que cubre
todo lo que la vista percibe. Una visión colectiva sin vida que lleva al
conformismo, el cual se toma de las manos con su inseparable compañero confort
para lograr la dupla más difícil de vencer en un mundo que no te da nada.
Una ciudad donde la palabra “individuo” tiene un significado
consecuente de la anhelación. Largo suspiro que evoca la falsa idea de
acumulación de riquezas, fama y fortuna. Decepción global.
Decepción global.
Decepción.
Lugar de zapato que se transforma en una invitación al
hospedaje de más y más seres en gris. Una cultura más que culpa a líderes y
superiores por su mala racha personal en su limitado tiempo material. Estilo de
vida que acaricia de formas mecánicas la idea de priorizar la superioridad en
base a la acumulación de metales y plásticos.
Escenario mal iluminado que aloja las peores y más uniformes
actuaciones de una obra bien escrita pero mal dirigida llamada “Existencia”.
Gritos silenciosos de una sociedad que no trascenderá más allá que en el
recuerdo de un satélite natural hecho de cacahuate. Tierra de ancestros que no
fueron mejores que nosotros, y que al mismo tiempo no podemos igualar.
Orgullo de pertenecer a un grupo de contemporáneos que por
causas del azar nos coloca en una coordenada geográfica aleatoria, una
coordenada más que no nos lleva a ningún lado. Orgullo que no sirve para nada
pero que significa todo para la mayoría. Ciudad que contrasta con las otras
grises por su ubicación en un plano. Un esfuerzo supremo haber nacido aquí,
pensarán la mayoría.
Sin alteración a los sentidos. Sin la alteración adecuada
por los las razones correctas. Mar de malentendidos que deriva en una implosión
de tristeza. Sentimientos negativos magnificados por una pobre percepción.
Así es la vida aquí, ojos de mapache que miran tan gris como
cualquier otro par.
Un día más en la comunidad sin color. Mapache que se pierde
en multitudes de cotidianidad. Una vuelta más sobre su eje este marchito planeta.
Una nueva puesta de sol que sólo nos recuerda que cada día morimos más y más.
Sendero de rutina que lleva de punto A a punto B y
viceversa. No hay novedades, no hay nada relevante. Parvada de gente demasiado
ocupada en lamentarse. Desfile de rostros indiferentes sin intención de saber
de los demás. Oleadas de compatriotas carentes de vida, sin energía más allá
que la necesaria para continuar respirando.
Mapache agonizante, agonizante desde su llegada a esta
realidad. Espíritu de luz que crece contaminado por erróneas creencias
populares. Mapache sin mayor ambición que seguir siendo parte del corporativo
de ‘no hay nada para mí en este mundo’. Ahogado por influencias que no puede
filtrar, opiniones que saturan y moldean su pensamiento. Un grano de arroz más
en el saco, sin particularidad ni talento.
Canino que no vale la pena describir. Frustrado como el
resto, cansado como el resto. Rico agar para para la colonia conformista. Poco
que mencionar, hocico negro y cola rayada. Características irrelevantes pero de
impacto determinante en una sociedad que glorifica el culto al cuerpo. El poder
de las suposiciones.
Mapache viejo que vive una etapa más, una sin nombre. Hace
tiempo que se acabaron las clasificaciones existenciales. Un producto más que
no hace diferencia alguna en el orbe, dispensable como el resto.
Trabaja duro. Obedece. Educación militarizada que forma
grises listos para unirse a una sociedad de carencias. Individuo sustituíble
sin un nombre que lo haga sobrevivir a la historia. Un mapache más sin mayor
importancia. No leyenda, no héroe. No amigo, no enemigo.
Un mundo donde tales
palabras no tienen un significado. No tan importante para merecer amigos. No
tan importante como para ganarse una enemistad. Un rostro más en la multitud.
Un desperdicio en favor del mal llamado bien común.
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